Tuesday, March 20, 2007

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Habíamos agotado las risas y las palabras. Ya estaba amaneciendo y mis manos dejaban su torso al desnudo. La luz entraba por la ventana y se disipaba por la cortina. El colchon esperaba el choque de los cuerpos cayendo desnudos sobre él. Su mano dialogaba con mi piel y su boca dibujaba caminos que conducían a cuevas húmedas. Mi mano seguía su ruta. Comenzando a reconocer caminos que conducían a un peligroso límite. Lo sentí esa madrugada. Un suspiro eterno que dice trillones de cosas. Un pensamiento ahogado por su fuerza y una inyección de placer. Nada de TV ni fantasías estúpidas. Nada de promesas ni palabras. Nosotros ahí y el reloj que dulcemente amenazaba con su sordo tic-tac. El erótico sol y una hermosa eternidad que se apagaba con cada parpadeo y se iba con todas esas frases de amor.

Otra noche hecha con susurros al oido, caricias por demás, besos, sexo y ternura.